La historia de Flor

María Florencia Gomez tenía 35 años y era madre de dos niñas.

Fue víctima de femicidio el 12 de octubre de 2020 en San Jorge, Santa Fe.

Militante comunista de la localidad de San Jorge, Flor forjó el futuro de decenas de niñas, niñes y niños en su localidad desde el temperamento, el abrazo y la solidaridad. Vivió en el afán de construir un mundo justo y bello del que fue participe tejiendo redes de generosidad y amor y en ese proceso de parir nuevas maneras de habitar el tiempo dejó huellas profundas en todas las personas que la conocieron y también en las que sin conocerla se nutrieron del ejemplo de lucha que fue su vida.


Su militancia dentro del movimiento feminista local y nacional fue una inspiración para cientos mujeres, muchas de las cuales que ella misma acompañó y asistió.

«No mataron a Florencia, despertaron a miles de mujeres que quieren estar en la lucha, que quieren las herramientas para no tener miedo» atestiguó Gabriela Gómez, hermana de Flor.


Fue responsable de género de la juventud comunista de San Jorge donde desempeñó su tarea con rigurosa y profunda ética revolucionaria pero sin perder la dulzura nunca. Construyó fuertes lazos comunitarios en la ciudad apostando siempre al crecimiento de las niñeces y las mujeres, participando activamente de merenderos, talleres de lectura, de tejido, de género, de roperos solidarios, huertas comunitarias, actividades diversas que muchas veces eran de su propia iniciativa.

«Flor hacia que cada arista de su vida fuera social, tuviera un propósito de combate y de lucha», cuenta Ayelén Beigbeder, vocera de la Federación Juvenil Comunista.


Florencia siempre estaba en todos los detalles que la organización requería, en las decisiones importantes y también en las cosas chiquitas, simples, olvidadas que suelen ser las más significativas como una chocolatada y un cuento para los pibes y pibas en la Placita del Che, como esparcir y formar desde la creatividad y el arte, como ayudar a una madre, como dar una ropa de abrigo a alguien que lo necesite.


Esa cualidad de liderazgo, lejos de los vicios del individualismo y la especulación tan común en espacios de construcción política, hizo que se gane el amor de su comunidad y sus pares. La coherencia, el estudio y la disciplina son rasgos que la caracterizaron y son un ejemplo de templanza para todos los que estamos en espacios de construcción colectiva. Fue una militante abnegada que dispuso su vida y su cuerpo al fin común más hermoso: la libertad del ser humano.


Honraremos su vida y su memoria sabiendo que las flores como ella nunca se marchitan, regresan a la tierra dejando semillas que crecen y se vuelven enredadera viva y cálida, raíces fuertes que romperán los cimientos de las estructuras que nos someten.

La nombramos para recordar que el miedo no puede condicionar nuestras existencias, su nombre será la bandera de lucha que nos llame a gritar fuerte por el fin de todas las opresiones.